La Magia de Slydini

978-84-89749-45-0
60,00€
Año de Edición: 2005
Traducción: Luis Alberto Iglesias Gómez
Producción Gráfica: ilustraciones y fotografías: Lewis Ganson (foto)
256 págs.
Encuadernación: cartoné
Formato: 24cmx17cm

Este libro fue concebido como un curso completo de desviación de la atención. La intención de Slydini era que el lector pudiera comprender su sistema para aplicarlo a una gran variedad de juegos de cerca y escena, con y sin accesorios trucados. La obra se centra en la magia de cerca, ya que Slydini creía que resultaría útil a un mayor número de lectores. Sin embargo, encontrarás rutinas de escena como las bolas de papel que desaparecen, su rutina de cuerda y el periódico roto y recompuesto.
Mark Mitton ha escrito especialmente para los magos de habla hispana una reveladora y detallada introducción, donde explica: "Has de saber que en tus manos tienes dos libros: el que fue efectivamente escrito y, si lees entre líneas, el libro que Slydini hubiera querido escribir. Estoy convencido de que el lector español, guiado por las poderosas influencias de Arturo de Ascanio y Juan Tamariz y, por lo tanto, sabedor del alcance práctico contenido en los principios teóricos subyacentes a la buena magia, aspirará a captar el libro que Slydini hubiera querido escribir."
Gracias a esta introducción, Mitton nos ayuda a descifrar paso a paso, y con ilustraciones que lo aclaran aún más, el sistema de misdirection de Slydini.
La obra contiene además material que primitivamente constituiría un decimoquinto capítulo. Se trata de otra rutina de escena: "El pañuelo en la manzana" de Gene Elmo, con el manejo y presentación de Slydini, que gira en torno a la historia de Adán y la costilla. Por aquel entonces, Elmo no deseaba dar a conocer su juego. La presente edición incluye esta rutina, gracias a la generosidad de Alma Richie (alias Bluestone).
Como si esto fuera poco, "Nota sobre los pies", extraído del libro "Slydini Encores", es otro valioso regalo que enriquece "La Magia de Slydini" en español. Se trata de un interesante artículo sobre el modo de colocar los pies en actuaciones de salón o escena, a fin de situar el cuerpo en la misma posición relativa. Recuerda que no sólo se trata de una forma de sentarse o de estar de pie, sino de elegir una determinada posición en relación a los espectadores que te permita moverte con soltura.
En este libro se recogen los mejores efectos de Slydini explicados con todo detalle y profusamente ilustrados con fotografías. Cada pase y cada sutileza han sido capturados para ofrecerte una obra que perdurará como el gran clásico de la magia natural. Si estudias estas rutinas con diligencia y las presentas con cariño no sólo llegarás a ser mejor mago, sino que además estarás rindiendo tributo a uno de los más grandes maestros de este arte que jamás hayan existido.
Nota del Traductor, por Luis Alberto Iglesias
Prólogo a la edición española, por Juan Tamariz
Introducción a la edición española, por Mark Mitton
Introducción, por Lewis Ganson
Prólogo, por Slydini
Slydini, por Leslie P. Guest

Capítulo Uno: El arte de usar el regazo como servante
Primera parte: posición y ritmo. En esta Primera Lección se explican las posiciones básicas del cuerpo, de los brazos y de las manos, así como la expresión de la cara y la actitud general necesarios para la correcta puesta en práctica del arte de usar el regazo.

Capítulo Dos: El arte de usar el regazo como servante
Segunda parte: la desviación de la atención. No hay duda de que Slydini ha desarrollado un estilo propio y de que ha llegado a dominar la desviación de la atención hasta llevarla a cotas artísticas. No es cierto que sólo Slydini sea capaz de utilizar este método con eficacia. Cualquier estudiante serio que se aplique con asiduidad tendrá un éxito seguro con él.

Capítulo Tres: Viaje de las bolas de papel al sombrero
"El viaje de las bolas de papel al sombrero" es un juego que ha formado parte del repertorio de Slydini durante muchos años y que siempre ha gozado del favor del público dondequiera que lo ha presentado.

Capítulo Cuatro: Nuevo milagro con un cigarrillo
El mago parte por la mitad un cigarrillo prestado, junta los trozos, y estos parecen fundirse hasta recomponer mágicamente el cigarrillo. En las manos de Slydini este juego es un auténtico milagro.

Capítulo Cinco: De uno a dos cigarrillos
Un juego de magia de cerca que hará las delicias de los magos que aprecien los efectos fuertes producidos por medios sutiles. Este juego resulta una continuación ideal para el "Nuevo milagro con un cigarrillo" de Slydini.

Capítulo Seis: Fantasía con cigarrillos
Los pases de esta rutina de manipulación son tan bonitos que, incluso sin música, el gracioso movimiento de las manos y los misteriosos efectos que se producen resultan un entretenimiento magnífico.

Capítulo Siete: Magia con bolas de esponja
Durante el congreso de la IBM que tuvo lugar en Eastbourne en 1958, Slydini presentó sus rutinas con bolas de esponja ante un auditorio de más de cuatrocientas personas que le respondió con una clamorosa ovación que puso a todos en pie. En estas rutinas, Slydini ha simplificado la técnica manual y confiado en la desviación de la atención, el ritmo y la utilización del regazo para producir el efecto deseado.

Capítulo Ocho: Monedas a través de la mesa
Slydini ha arrutinado varios efectos de monedas a través de la mesa de manera que presentados uno detrás de otro el asombro de los espectadores va creciendo conforme van sucediéndose las distintas fases.

Capítulo Nueve: Nueva versión para las monedas a través de la mesa
Éste era el juego del que tanta gente hablaba cuando veía actuar a Slydini. Su nuevo método para "Las monedas a través de la mesa" es excelente, y como tal ha dejado atónitas a las mentes más preclaras de la magia. Algo totalmente distinto del resto de las versiones.

Capítulo Diez: Las bolas de papel que desaparecen
Slydini ha hecho las delicias de públicos de todo el mundo con su versión de este clásico de la magia. Por deseo del propio Slydini se incluye por primera vez en este libro la versión íntegra de este gran juego.

Capítulo Once: Trucos con cuerdas
He aquí los pases originales, hasta ahora inéditos, que Slydini utiliza en sus preciosas rutinas de cuerdas.

Capítulo Doce: La carta helicóptero
Encontrar temas nuevos para juegos de cartas no es empresa fácil, pero Slydini lo ha logrado con su "Carta helicóptero". Un juego de cartas de lo más inusual que rompe con el estilo habitual de la cartomagia.

Capítulo Trece: Los pañuelos anudados
Si hubiera que decidir cuál es el juego que reporta mayor satisfacción a Slydini cada vez que lo presenta, sin ninguna duda éste sería "Los pañuelos anudados". Con él ha entretenido e ilusionado a públicos del mundo entero, y ha engañado a los más grandes de la magia.

Capítulo Catorce: El periódico roto y recompuesto
Slydini ha inventado el método ideal para este efecto. Con un manejo sencillo se consigue el mayor efecto posible.

Anexo I: Fragmento del Slydini Encore: Nota sobre los pies
Contribución de Mark Mitton.

Anexo II: Presentación de Slydini para "El pañuelo en la manzana"
de Gene Elmo
Contribución de Mark Mitton.
HISTORIA DEL LIBRO DE MIS SUEÑOS
Corría el año 1960 (o 61). Me hablaron de este libro, de su magia magistral y única. Con Juan Escolano, Miguel Ballester, Ricardo Rojo y Sainz de los Terreros, formamos hucha común para poder comprarlo. Había que pedirlo en una librería importadora (sólo había dos o tres en Madrid). Tardaría en llegar, nos dijeron, dos o tres meses. Cumplido el plazo, nos acercábamos cada dos o tres días –la impaciencia desbocada– a preguntar por el ansiado libro. Pero como casi todo lo bueno, nos hizo esperar. Finalmente ocurrió el milagro. Juan Escolano y yo lo llevamos a su casa (en Madrid entonces). Lo miramos fascinados (sus fotos increíbles, sus juegos alucinantes…). Llamamos: vienen los otros tres del grupo de “propietarios”. Decidimos el reparto: cada uno se lo llevaría unos días a su casa para estudiarlo por turnos. Cuando me llegó la “vez” anhelada, no salí de casa: leí, estudié, devoré el libro… cada página, cada foto, cada gesto, cada porqué de aquella maravilla, de aquel tesoro: crecí y gocé… gocé hasta el infinito de la construcción de las rutinas, de la potencia de los efectos, de la grandiosidad de la gramática mágica utilizada. Comparable en importancia a la “perspectiva” en la pintura. Asimilé y asimilé. Ensayé todos los juegos del libro. Todos. Seguí creciendo con ello y aplicándolo a toda mi magia, sentado o de pie, de cerca o de escena. Sus métodos, sus análisis, sus teorías... son aplicables no sólo, ni mucho menos, a sus juegos, sino a cualquier faceta de la magia: manipulación, salón o mentalismo.
En los años 80 solía decirse: Slydini va veinte años por delante de todos nosotros. Un cuarto de siglo después…¡la frase sigue siendo válida! Dogmática y tajantemente opino que ningún mago (especialmente si actúa de cerca o salón) debería dormir tranquilo si no ha leído, estudiado y asimilado las enseñanzas del Maestro (aunque luego, como yo, no utilice su repertorio tal cual).

RECUERDOS DE SLYDINI
Conocí y frecuenté al Maestro desde el año 64 hasta su fallecimiento. Estuve con él en Londres, en Madrid (donde pasó temporadas cortas y algunas más largas, de un mes, en mi casa), también en Barcelona (FISM 64), en París (grabación de vídeos con Fechner), en su apartamento de Nueva York d(onde alguna vez me preparó unos macarrones regados con vino tinto de California).
Era un hombre tímido y enormemente sensible. Amaba las flores, los niños, el arte. Magnífico mimo, de una mirada inteligentísima, que te hacía (obligaba a) mirarle, entenderle, comprenderle. A veces escrutador, no suave en su mirar, pero sí comunicativo.
De gestos “a la italiana” (nacido en Italia, aunque formado en Argentina durante su niñez y juventud). Cuando estabas con él, yo distinguiría cuatro diferentes situaciones:

Primera.
A solas con él: era callado pero sabía escuchar Criticaba tu magia (y la mejoraba de forma instantánea. Su velocidad de pensamiento, su talento e inteligencia estaban, para mí, en el más alto grado de todos los que en mi experiencia vital he encontrado). Te hablaba poco o nada de su persona (celosísimo de su intimidad), pero le gustaba hablar de sus actuaciones y de las de otros magos. Crítico, pero razonando el porqué de su crítica. Quería a Frakson, admiraba a Vernon, pero cuando hablaba de un mago, y yo le preguntaba "¿Qué opina Maestro?", su respuesta iba desde una crítica, a veces dura (del arte del mago, no de su persona), a la aprobación de alguna parte de la magia del mago comentado. En estos casos había un: "Muy bueno en esto, pero…" y aquí venían los “peros” inevitables, agudos, fundamentados… Un día, cansado yo de tantos “peros”, le espeté: "Maestro: ¿no hay ningún mago sin “peros”?", y contestó: "¡Fu-Manchú!". Así de conciso y tajante. Seguramente vio muchísimas veces a Fu en Buenos Aires y se quedó tan asombrado y fascinado como Dai Vernon, Ascanio y tantos otros (y yo mismo, desde luego)

Segunda.
Slydini a solas contigo pero haciéndote magia. Era un profesor que primero te demostraba su arte y luego, enseguida, te hacía practicarlo frente a él, te corregía una y otra vez (hasta hacerte sentir algunas veces nervioso y tenso con sus: "¡Mal", "! ¡No!", "¡Fíjate bien!", "¡Repite!"). En tantos años y ocasiones yo nunca quise tomar lecciones de él (que siempre se ofrecía, y que a veces casi me exigía). Yo sentía admiración por su arte, asombro por su talento, incredulidad ante su inteligencia y cariño por su persona. Pero no quise tomar lecciones personales porque no quería convertirme en un Slydinito, seguramente mejor que un simple Juan, pero menos verdadero.

Tercera.
Cuando había varias personas (magos o no) y entre ellas, Slydini. Ahí el Maestro no estaba, allí Slydini desaparecía y el tímido Quintino Marucci (su verdadero nombre) apenas se hacía notar. Miraba, analizaba (nunca paraba de pensar y pensar), como mucho un comentario, casi siempre lacónico y breve… Recuerdo uno por ejemplo: en un viaje hacia el norte de España (Jaca) en 1978, le llevaba en mi coche con Mary Pura. Algo dije yo acerca de un árbol (mis conocimientos botánicos y del mundo animal son menos que escasos y suelo gastar la broma de llamar con seriedad y aire de conocedor profundo “encinas” a todos los árboles que desconozco y “avutardas” a todos los pájaros que veo). En aquella ocasión intenté decir algo más sensato y nombré “pino” a un árbol (a mí me lo pareció). Slydini me miró, hizo su clásico gesto traducible por “qué tontería”, y sólo dijo: Es un roble. Miró al frente y siguió sumido en sus pensamientos. (¡Lo que yo habría dado porque existiera la telepatía para poder entrar en ese momento, y todos los que compartí con él, en su absolutamente increíble mente!).

Cuarta.
Pero… qué asombrosa transformación la de Slydini cuando, en ese grupo, él o alguien sugería la idea de que hiciese Magia. Era una verdadera maravilla ver cómo Quintino Marucci, ese hombre bajito y callado, crecía de repente; sus manos comenzaban a adueñarse del espacio que le circundaba, y su mirada de las mentes que lo rodeaban; una energía contenida y en tensión se sentía, se respiraba, como cuando se acerca la tormenta, como cuando el rayo se anuncia… y entonces, podéis creerme, no exagero, Slydini era más grande, parecía que un foco le iluminaba dejando en penumbra al resto, y desde ese momento no había otra cosa que el Arte de la Magia encarnado en sus manos, su mirada, su inteligencia y su sensibilidad. Un arte de tal potencia que muchas veces “golpeaba” tu mente (lo sentías físicamente), te hacía sentir como en un estado hipnótico, te encendía y te incendiaba, no había más, todo era él y su magia, su magia y él. A veces he sentido escalofríos (literalmente) con algunas de sus desapariciones, a veces he vivido momentos de casi temor a que ocurriera otra vez el vuelo de la carta helicóptero, a veces he quedado al borde de dejar de creer en mis sentidos. Y he reído contínuamente (Slydini me dijo: "yo puedo hacer reír diciendo cualquier frase". Y así era. No eran frases cómicas ni mucho menos chistosas. Era su total dominio de la tensión física y la repentina distensión con una frase lo que hacía reír; era lo absurdo de lo vivido con su magia, lo increíble de lo presenciado, lo que nos obligaba a reír y relajar así esa, a veces, insoportable tensión mental). Pero aparte de la belleza gestual (en que basaba, por cierto, parte de su magia, su misdirection), encima de la armonía de gestos, coordinación y movimientos, además del absoluto control de los tiempos fuertes y débiles, de las pausas, de la dramatización, del control con su mirada de nuestras miradas, y de nuestras mentes con su mente, además, aparte y encima de todo ello (y de la fascinación que todo eso nos producía), por encima, aparte y además: EL PASMO. El pasmo más absoluto ante lo absolutamente imposible.
El milagro del Pasmo ante el pasmoso milagro de su Magia. Anonadados, pasmados, incrédulos ante lo increíble, lo NO-ES-POSIBLE. Nadie para mí, antes o después, me ha hecho sentir a tal altura y con tal profundidad la esencia de la Magia. La fascinante, preciosísima sensación de estar viviendo algo que NO-PUEDE-SER. ¡Y que constato que es!

Vuelvo al comienzo: La magia del libro mágico era magia mágica. Slydini era, es, un Mago. El mago.

¡Gracias, gracias, gracias Maestro!
¡Gracias, gracias, gracias Slydini!
Pido prestado a Borges:
“¡La inescrutable providencia
que distribuye lo pródigo y lo parco
nos dio a los unos el sector o el arco,
pero a ti la total circunferencia!”

Juan Tamariz
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