Armando de Miguel, mago nacido en Salamanca y afincado en Madrid, es el descubridor –por su insaciable observación y análisis– de la sinergia del Teatro y la Magia. Eleva la charla a la categoría de guión, no solo por medio de la retórica sino por su estructura y contenido, haciéndolo, a la vez que atractivo, de fácil comprensión por parte del espectador a quien involucra física y emocionalmente, potenciando así el efecto mágico.
La comunidad mágica tiene la suerte de encontrar a su disposición toda esa teoría, desarrollada y comprobada en la vida real por el propio Armando durante más de treinta años como profesional en la Magia. Ahora nos regala esta entrevista. ¡Que la disfrutes!
Armando: Mi primera exposición a la magia, ocurrió cuando tenía siete años. Mi padre, que por entonces era secretario de ayuntamiento, me hizo el juego de la moneda que desaparece por frotamiento en el antebrazo.
Me dejó completamente loco y, además, no me explicó el truco. Durante varios meses le abrasé pidiendo que me lo contase, pero él se mantuvo firme. Me hacía el juego cada vez con monedas más grandes, incluso con una de Franco de cinco pesetas que tenía el tamaño de un medio dólar.
Finalmente, no pudo soportar la presión y me lo explicó. Durante años lo hice en el colegio.
A: Brevemente: iba para abogado y fui estudiante de Derecho. Pero lo dejé cuando estaba matriculado en cuarto para convertirme en mago.
Mis maestros fueron, principalmente, Tolito y Juan Tamariz. También aprendí mucho de mi amigo y compañero de juergas y fatigas Pepe Carrol.
A: Bueno, yo creo que 75% mago y 25% actor es una proporción más realista. Lo importante es la magia. Aunque ese 25% que no es de magia es lo que marca la diferencia. Es un 25% muy, muy significativo.
A: Pues desde que dejé mi carrera de Derecho no he hecho otra cosa que vivir de la magia. Primero con actuaciones. Luego dando clases. Luego montando una tienda de magia. Y ahora me dedico a las tres cosas: actúo, soy socio de MagiaMadrid y doy clases.
Además, estudio quinto de acordeón en el conservatorio (primero de grado profesional), pero es una afición, como la de bailar tango.
A: Conocí a Pepe cuando vino a estudiar Ingeniería de Caminos a Madrid. Yo, aquel año vine a estudiar Derecho a Madrid. Éramos casi de la misma edad y, además, había muy poca gente de nuestra edad en la S.E.I. y como congeniábamos bien, nos hicimos amigos.
En aquella época salíamos los fines de semana a los bajos de Aurrerá y a la Plaza de España a ligar haciendo magia. Luego fuimos los primeros en actuar haciendo espectáculos de Magia de Escenario, combinándolos con Magia de Cerca en los Pubs, un tipo de actuación de magia que se popularizó en los años siguientes.
A: La explicación estaba en el original del libro, pero Antonio Ferragut me dijo que lo quitase y le prometí hacerlo. Así que no puedo desvelar en público esos puntos suspensivos. Dejémoslo así. A mí me parece una anécdota divertida, pero la palabra dada es la palabra dada.
A: La tienda de MagiaMadrid la fundamos Joaquín Navajas y yo en el año 1995. Cuando Joaquín lo dejó en 2003 entraron como socios, en su lugar, Manuel y Susana, que habían venido a vivir a Madrid desde su Lugo natal.
Y ahora, además de la venta, damos los mejores cursos de magia del mundo (está claro que no tengo abuela, pero es la verdad).
A: Bueno, es un juego de palabras. El discurso del método original es de Descartes. Y viene a cuento porque mi maestro, Tolito, siempre hablaba de lo importante que era el discurso para el mago. La segunda parte parece un título mejor, pero era demasiado largo, así que quedó en subtítulo.
A: Pues porque necesitas una idea global del método para poder apreciarlo en su totalidad. La segunda vez ya tienes esa idea general en la cabeza y entonces comienzas a entender mucho mejor el porqué de las cosas.
A: No sé, yo tenía muchas notas escritas y, por supuesto, los guiones. Y llegó un momento en que algo hizo click en mi cabeza que me dijo: ¡ahora! Y me puse y lo escribí.
A: Sí, en mi opinión, es capital. Una palabra desafortunada es capaz de revelar el truco dando pistas a los espectadores y otra afortunada es capaz de multiplicar el efecto por mil.
A: Claro, porque es mi práctica en vivo y es lo que yo he comprobado, visto, leído y aprendido de otros magos. Pero nadie tiene la verdad absoluta y, además, desde el punto de vista artístico, está bien que se cuestionen las cosas.
A: Es un chiste que me mandó para poner como comentario, mucho antes de que escribiera el prólogo. Dijo que le hacía mucha gracia, pero que no me atrevería a ponerlo. Y yo le dije que claro, que me parecía muy divertido y que lo pondría. Y ahí está.
A: Es que pensé que al ser eminentemente teórico... pero me ha sorprendido mucho su acogida y, sobre todo, las críticas hechas por magos a los que respeto mucho. Ah, y gracias por lo de joya.
A: Uno de mis filósofos favoritos modernos, Edward de Bono, dice que las cosas geniales son obvias, pero a posteriori.
Y el matiz es importante. La rueda es un ejemplo de algo evidente que tardó milenios en ser aprehendido.
A ver, no me malinterpretes, no quiero decir que inventar la palabra Dramagia tenga ningún mérito especial más allá de, casualmente, dar con la definición de algo en lo que estábamos trabajando por aquella época Juan Tamariz, Ignacio Brieva, Luis Trueba, yo mismo y alguno más de cuyo nombre no puedo acordarme.
Lo que quiero decir es que muchas veces pasa en la vida que, cuando alguien te dice algo... de repente crees que es algo que tú has sabido de siempre. Pero no es verdad. Lo que ocurre es que es obvio a posteriori.
Esta manera de pensar ha hecho que muchos magos se apropien de ideas de otros a lo largo de la historia, argumentando que también se les había ocurrido a ellos.
Y, con respecto a La la balada de Billy el Pijo, sí, me parece un buen ejemplo de Dramagia. La magia está muy cuidada, porque nunca se enseñan las tres cartas iguales a la vez y, además, tiene comedia. Le tengo especial cariño porque me obligó a componer la canción y, además, con ella conseguimos muchas veces que la gente, como pasa en los conciertos, coree al final el estribillo. Y este es un tipo de comunicación que normalmente los magos no tenemos con nuestro público.
A: Buscaba efectos clásicos y conocidos de todos y el de los clips muestra con claridad cómo podemos transformar un puzzle en un juegazo. Lo curioso es que si les dices que van a ver enlazar los clips en el aire, los espectadores lo ven... Es muy poderoso el poder de la sugestión.
A: El que más impacta es el de La carta misteriosa. Y le tengo especial cariño al juego de Conejos en Primavera porque es el primero. Y ya se sabe que la primera vez...
A: Cuando lo leí, a mí también me gustó la idea. Lo intenté hacer varias veces, pero no funcionaba en absoluto, e incluso los espectadores intuían la trampa. Y por eso, de la frustración, nació esta versión y el guión. También me divierte la idea de unos Telépatas cabezones.
A: Es que si automatizas la parte mecánica, es más fácil que te dé menos pereza a la hora de poner por escrito tu guión.
Ah, y al principio no iba en un apéndice, sino en uno de los capítulos. Pero varias personas me indicaron que rompía la unidad y hacía que la mente divagase hacia la informática. Así que lo apendicé.
A: Sí, incluso alguno como La historia de Jack, lo hago en medio de mis espectáculos de magia. Me divierte ver que puedo entretener al público y hacer que estén siete minutos riendo sin hacer absolutamente nada de magia.
A: Tengo varios en preparación y a medio escribir. Pero hasta que no vuelva a oír el click... Si en vez de oír el click, oigo voces, entonces es que estoy peor de lo que creo.