La Magia de Ascanio Tomo II
Ascanio-Etcheverry
Muchos lo podían haber pensado, pero una sola persona lo ha hecho: Jesús Etcheverry ha recopilado, editado, reescrito y anotado todo el trabajo que Arturo desarrolló durante toda su vida, agrupando todo lo que antes estaba esparcido entre sus libros, sus notas de conferencia, sus artículos en revistas especializadas, en cintas de audio y de video. Lo ha puesto todo en tres monumentales tomos, de los cuales, este es el segundo. Escribo este prólogo sintiendo que es un honor y al mismo tiempo, un privilegio. Me resulta fácil encontrar las razones para ello mientras buceo en el tiempo, cuya arquitectura ha estado muy influenciada por alguien que me llamó su «hijo espiritual»: Arturo de Ascanio.
El primer encuentro
Todavía recuerdo vivamente la primera vez que encontré a Arturo, en 1979, en el FISM de Bruselas. Lo primero que percibí fue su delicadeza humana, y luego me sorprendió el hecho de que inmediatamente comenzara a hablarme de sus maravillosos secretos mágicos. Recuerdo que me mostró la técnica del doble lift –que él llamaba «la avanzadilla Ascanio»– que recientemente había ideado, y que es solo uno de los cientos de pases que están descritos en este segundo tomo de La Magia de Ascanio. Considerando que en aquel momento yo tenía veinte años y ninguna credencial que mostrar en el mundo de la Magia, encontré todo esto asombroso.
La historia continúa
Al año siguiente, en marzo del 80, pasé una semana de estudio en la casa de Juan Tamariz. Allí fue donde vi la primera actuación de Arturo. Juan le había invitado junto con otros amigos magos a su antigua casa de Lope de Rueda, en la que han tenido lugar muchas de las mejores reuniones mágicas del mundo. El tema que se discutía era las penetraciones con cartas. Justo había realizado mi presentación de «Through and Through» de Derek Dingle y pensaba que había causado una gran impresión en el grupo; entonces Arturo hizo su interpretación de «Cards Through the Table» del Dr. Jacob Daley. En este efecto cuatro cartas penetran la superficie de la mesa desde la parte inferior para colocarse debajo de una plancha de cartón que está sobre ella.
La revelación
Cuando la actuación terminó, me di cuenta de pronto que lo que acababa de presenciar era una obra de arte, y como en Madrid hablan muy abiertamente de sus secretos, el grupo pasó a estudiar la explicación del juego recién realizado, o mejor quizás deba decir: Arturo de Ascanio nos dio una charla académica sobre la estructura científica y artística de la «pieza» (parafraseando una expresión de Hofzinser). Poco a poco fue desvelando por qué el juego presentado era una obra de arte. Arturo nos explicó cada movimiento y cada palabra que había usado en la rutina, por qué hizo esto y no aquello, dónde debías mirar y dónde no, además cuándo y durante cuánto tiempo, cuándo tensar o relajar el cuerpo, incluso qué ángulo debía adoptar el pie (¡que nadie jamás podría ver!) debajo de la mesa.
Inmediatamente entendí que la impresión que el juego presentado había creado en todos nosotros, claramente y sin lugar a dudas, se debía al entendimiento y a la consciente aplicación de las causas que lo producían. ¿Debo añadir que estaba impresionado?
Realmente la versión de Arturo no tenía nada que ver con la original de Daley. El concepto propuesto por su inventor estaba allí presente, pero el análisis científico y la interpretación artística de Arturo lo habían elevado a una nueva altura y transportado a otra dimensión. Escuchar cómo Arturo explicaba un juego era como leer filosofía. No solo el contenido o la forma; era algo intangible creado como un producto de las dos cosas; era como una tercera dimensión que creaba profundidad e inspiraba vida a algo que de otro modo hubiese sido un dibujo plano. Te hacía detenerte y meditar acerca de las nociones, no solo mágicas, en las que se fundamentaba. Me gustaba escuchar a Arturo y también me deleitaba leer lo que escribía, porque esto me daba la oportunidad de parar y seguir mis propios pensamientos, generados por su lenguaje.
La esencia
Hablar con Arturo y escuchar sus explicaciones de una manipulación o una rutina hacía que te dieses un golpe en la frente, una y otra vez… y una vez más; te hacía pensar: Esto es simplemente brillante y brillantemente simple ¿Cómo es posible que nadie antes haya sido capaz de haberlo expresado de esta manera? Nunca me había ocurrido con otro mago; posiblemente la única excepción sea Juan Tamariz. Esto no quiere decir que no haya habido otros magos geniales –los ha habido y todavía los hay, desde luego. Somos muy afortunados por haber tenido a Dai Vernon, Tony Slydini, Albert Goshman, y aún más inmensamente afortunado soy yo por haber tenido el privilegio de escuchar su sabiduría y de presenciar su arte, pero ninguno de ellos tenía la habilidad de Arturo para ser ancho y profundo, y al mismo tiempo ser capaz de hablar consciente y con precisión de todos los aspectos que hacen que una persona sea considerada como un genio, y que una disciplina, un arte y una ciencia a la vez.
Una vez y otra, he quedado sorprendido por la simplicidad con la que Arturo era capaz de formular y relacionar pensamientos complejos. Hasta entonces eran ideas oscuras y secretas, que de repente se convertían en transparentes e identificables. Me vienen a la mente artistas tan opuestos como Charly Chaplin o Picasso, que tenían la habilidad de hacer su arte tan claro, que inmediatamente podía ser apreciado por públicos muy diversos.
Hay, y siempre habrá, brillantes exponentes del arte de la Magia, que intuitiva o intelectualmente entienden la esencia de la Magia. ¿No fue Fred Kaps un formidable ejemplo de mago intuitivo? Son capaces de decirnos cómo se deben hacer las cosas, y qué cosas no hay que hacer para ser mejores magos; sin embargo, en la mayoría de los casos, su teoría se reduce a una colección de buenos consejos, que desde luego son excelentes para hacernos buenos realizadores. Pero Arturo pensaba a otro nivel. El suyo era el del entendimiento de la teoría del arte. Teoría que inicialmente describe a un nivel abstracto lo que hacemos en un nivel práctico. Sin embargo, para convertirse en teoría, hay que crear un sistema científico superior que agrupe todos sus elementos con un orden transparente y que muestre la relación de los elementos entre sí, así como su relación con el todo. La teoría de la Gestalt sostiene precisamente que la teoría, ella misma, como un todo, es más que la suma de las partes; esta es la diferencia fundamental entre una acumulación de muy buenos y profesionales consejos y una teoría compleja. Esta es la diferencia entre el talento profesional y el genio de Arturo, y esto es suficiente para hacernos buenos artistas.
El círculo se cierra
Han pasado más de dos décadas en las que he aprendido a apreciar la profundidad del genio de Arturo. En las Jornadas Cartomágicas de El Escorial de 1995, el famoso Alex Elmsley fue el huésped de honor. Nadie de los allí presentes olvidará jamás la mañana del domingo cuando Arturo dio su tradicional y personal actuación, que en aquella ocasión incluyó algunas de las creaciones más brillantes de Elmsley: «Todo dorsos» y «La extraña ambiciosa» (ambas están explicadas en el tercer tomo). Para los que vieron la actuación no tengo nada que decir, pero los que no la vieron nada puedo decirles. El análisis de Arturo sobre la presentación, la construcción, la técnica y el manejo en estos dos efectos hicieron nacer dos rutinas completamente nuevas. Al final los dos Maestros se dieron la mano con mutuo respeto.
Sobre este libro
Cuando el escritor francés André Gide dijo: «Me gusta solo lo inacabado, porque lo puedo completar», ciertamente no se estaba refiriendo al trabajo de Arturo, que está acabado hasta un enésimo grado. Ascanio nunca se ocupó de efectos rápidos, sino de opulentas obras de arte, que precisaban de tiempo y de un atento auditorio.No solo hablo por mí, sino por un grupo bastante amplio de gente –concretamente por los magos de la Escuela Mágica de Madrid– cuando digo que Arturo ha cambiado los paradigmas, ha remodelado y, lo que es más importante, ha generado nuevas creencias en relación a la Magia. Algunas veces, por el solo uso de una palabra específica se han abierto las puertas a un nuevo concepto.
Muchos de estos conceptos no eran invenciones suyas, sino que él los vio, los separó, los nombró, ordenó y reordenó. Con ellos construyó un castillo, un castillo muy sólido al que otros fueron generosamente invitados para compartir su visión; y ocurrió que este castillo se transformó en la Academia del Arte de la Magia. Estos libros extraordinarios son los planos de ese edificio único.
Final
Para aquellos que hablan y leen castellano, y para aquellos que han conocido a Arturo durante un tiempo corto o largo, no lo puedo decir más claro ni más alto: (Me halaga la ilusión de saber que he escrito con mejores palabras lo que la mayoría ya ha pensado, y con esto descubro un parte valiosa de la inmodestia ascaniana, que también me ha influenciado) Arturo es el padre de una nueva clase de Magia, es la base de la pirámide mágica constructivista (tomando prestado el término que Juan Tamariz –un gigante de nuestro arte– acuñó para la Magia). Nadie antes que Ascanio había entendido tan conscientemente, ni con tanta lucidez había descrito, el efecto que las palabras y las acciones de los magos producen en la mente de los espectadores. Con sus más íntimos amigos, que a él le gustaba llamar sus hijos y hermanos, y con los miembros de la Escuela Mágica de Madrid, que cofundó junto con Tamariz, ha dejado arquitectos que continuarán lo que una muerte prematura le impidió realizar.
Arturo de Ascanio falleció a la edad de 68 años en su casa de Madrid, el domingo 6 de abril. Murió mientras presentaba uno de sus favoritos de todos los tiempos: «Los Ases de mi examen» (también en esta obra). Aunque su cuerpo nos dejó demasiado pronto, su espíritu nunca nos abandonará, estará con nosotros cada vez que cojamos una baraja de cartas, junto a Robert-Houdin, Hofzinser y Vernon.
Epílogo
Jesús, la memoria de Arturo ciertamente está omnipresente en mi mente, y en la de muchos más que le conocieron, pero tú ahora has escrito estos libros y en ellos él tiene un monumento. Por esto, yo –y todos los que me permiten que hable por ellos– te estaremos eternamente agradecidos.
Roberto Giobbi
Muttenz. Julio, 2000
El primer libro que leí de Ascanio, unos años antes de conocerle personalmente, fue Navajas y Daltonismo. Yo tenía más o menos veinte años y aquello fue una revelación. La sintonía de actitud y pensamiento, la admiración y respeto por el autor, fueron inmediatos.
Hoy, este nuevo libro del amigo Jesús Etcheverry, ha representado para mí un momento de recogimiento e inspiración. La figura de Ascanio forma ya parte de la historia de nuestro Arte. Él ha influido significativamente en la Magia –primero en España y después en el mundo– y de manera determinante ha contribuido, con Tamariz y otros muchos, a modelar la identidad de la que hoy es universalmente reconocida como «La Escuela Española». No fue por casualidad que Ascanio figurase como uno de los primeros firmantes del Manifiesto de la Escuela Mágica de Madrid (EMM), movimiento artístico fundamental del panorama mágico europeo y mundial, nacido de la intuición de Juan Tamariz.
Creo que lo que más le importaba –y lo que más le molestaba– era el hecho de que este, nuestro Arte, a menudo no estuviese (y todavía no lo está) considerado por la mayoría de la gente como tal. Con frecuencia, su pensamiento y su discurso versaban sobre aspectos artísticos, y sus ensayos tenían el objetivo de proveernos de los medios indispensables para revalorizar nuestro trabajo. En este sentido, Ascanio nos ofreció su más marcada e indiscutible habilidad: su competencia lingüística y su capacidad dialéctica. Hombre instruido y culto, puso sus capacidades al servicio de la Magia; llegó a identificar, definir y nombrar aspectos empíricos, codificándolos y haciéndolos culturalmente transmisibles. Nos ha legado los medios para nuestro crecimiento individual, y en consecuencia, ha favorecido la evolución (que tanto necesita) de la Magia artística.
Estamos entonces hablando de una verdadera herencia cultural, que hoy nos llega con claridad e íntegra gracias al trabajo de Jesús Etcheverry, y que está explicitada en los comentarios a juegos y rutinas. Con estilo claramente «ascaniano», Etcheverry hace notar al lector los momentos en los que se aplican unas estructuras precisas y unas estrategias lingüísticas, tales como la «misdirection temática», o distingue e indica claramente la «fase expositiva», la del «efecto mágico» y la «fase corroborante», e incluso señala el momento en el que intervienen los «paréntesis de olvido», o las célebres «acciones en tránsito».
En este estilo descubro y reconozco al Maestro Ascanio y me encuentro, una vez más, con el hombre con el que me unió tanta amistad y afecto.
Hay una objeción que se podría hacer, justificada por el hecho de que Ascanio no trabajó asidua y frecuentemente ante público como profesional; entonces, a veces, sus rutinas parecen académicas y barrocas. Pero este argumento es capcioso y no puede ser utilizado para disminuir el valor intelectual y el aporte cultural que se encuentran tanto en el trabajo de Ascanio como en el de Etcheverry.
Al contrario, creo que al estudiar y hacer estos juegos y rutinas se nos ofrece una ayuda extraordinaria para la comprensión de la Magia toda; además de que, sin lugar a dudas, pueden ser integrados y utilizados en un repertorio profesional.
Lo que Etcheverry nos entrega, a través de estas páginas, es una herencia importante, de la que nosotros, los prestidigitadores actuales, somos responsables. Sé que muchos adoptan este Arte solo como pasatiempo, como un hobby ligero, que no obliga. Soy consciente de que –cosa aún más grave– también muchos profesionales, que se jactan de asiduas y frecuentes exhibiciones en público, viven la Magia con superficialidad.No es de mi competencia juzgar ni censurar las actitudes individuales, pero insisto –más como una norma general– en el hecho y en la idea de que tenemos que reflexionar sobre la responsabilidad que nosotros contraemos con la historia y el futuro de nuestro Arte que, sobre todo lo último, depende y puede ser determinado directamente por nosotros y por nuestra conducta.
Que el pensamiento y las enseñanzas de Ascanio no caigan en el olvido: esto, entre otros muchos, es el primer mérito del trabajo de Jesús Etcheverry.
Aurelio Paviato
Vigevano. Octubre, 2000
Ascanio-Etcheverry
Muchos lo podían haber pensado, pero una sola persona lo ha hecho: Jesús Etcheverry ha recopilado, editado, reescrito y anotado todo el trabajo que Arturo desarrolló durante toda su vida, agrupando todo lo que antes estaba esparcido entre sus libros, sus notas de conferencia, sus artículos en revistas especializadas, en cintas de audio y de video. Lo ha puesto todo en tres monumentales tomos, de los cuales, este es el segundo. Escribo este prólogo sintiendo que es un honor y al mismo tiempo, un privilegio. Me resulta fácil encontrar las razones para ello mientras buceo en el tiempo, cuya arquitectura ha estado muy influenciada por alguien que me llamó su «hijo espiritual»: Arturo de Ascanio.
El primer encuentro
Todavía recuerdo vivamente la primera vez que encontré a Arturo, en 1979, en el FISM de Bruselas. Lo primero que percibí fue su delicadeza humana, y luego me sorprendió el hecho de que inmediatamente comenzara a hablarme de sus maravillosos secretos mágicos. Recuerdo que me mostró la técnica del doble lift –que él llamaba «la avanzadilla Ascanio»– que recientemente había ideado, y que es solo uno de los cientos de pases que están descritos en este segundo tomo de La Magia de Ascanio. Considerando que en aquel momento yo tenía veinte años y ninguna credencial que mostrar en el mundo de la Magia, encontré todo esto asombroso.
La historia continúa
Al año siguiente, en marzo del 80, pasé una semana de estudio en la casa de Juan Tamariz. Allí fue donde vi la primera actuación de Arturo. Juan le había invitado junto con otros amigos magos a su antigua casa de Lope de Rueda, en la que han tenido lugar muchas de las mejores reuniones mágicas del mundo. El tema que se discutía era las penetraciones con cartas. Justo había realizado mi presentación de «Through and Through» de Derek Dingle y pensaba que había causado una gran impresión en el grupo; entonces Arturo hizo su interpretación de «Cards Through the Table» del Dr. Jacob Daley. En este efecto cuatro cartas penetran la superficie de la mesa desde la parte inferior para colocarse debajo de una plancha de cartón que está sobre ella.
La revelación
Cuando la actuación terminó, me di cuenta de pronto que lo que acababa de presenciar era una obra de arte, y como en Madrid hablan muy abiertamente de sus secretos, el grupo pasó a estudiar la explicación del juego recién realizado, o mejor quizás deba decir: Arturo de Ascanio nos dio una charla académica sobre la estructura científica y artística de la «pieza» (parafraseando una expresión de Hofzinser). Poco a poco fue desvelando por qué el juego presentado era una obra de arte. Arturo nos explicó cada movimiento y cada palabra que había usado en la rutina, por qué hizo esto y no aquello, dónde debías mirar y dónde no, además cuándo y durante cuánto tiempo, cuándo tensar o relajar el cuerpo, incluso qué ángulo debía adoptar el pie (¡que nadie jamás podría ver!) debajo de la mesa.
Inmediatamente entendí que la impresión que el juego presentado había creado en todos nosotros, claramente y sin lugar a dudas, se debía al entendimiento y a la consciente aplicación de las causas que lo producían. ¿Debo añadir que estaba impresionado?
Realmente la versión de Arturo no tenía nada que ver con la original de Daley. El concepto propuesto por su inventor estaba allí presente, pero el análisis científico y la interpretación artística de Arturo lo habían elevado a una nueva altura y transportado a otra dimensión. Escuchar cómo Arturo explicaba un juego era como leer filosofía. No solo el contenido o la forma; era algo intangible creado como un producto de las dos cosas; era como una tercera dimensión que creaba profundidad e inspiraba vida a algo que de otro modo hubiese sido un dibujo plano. Te hacía detenerte y meditar acerca de las nociones, no solo mágicas, en las que se fundamentaba. Me gustaba escuchar a Arturo y también me deleitaba leer lo que escribía, porque esto me daba la oportunidad de parar y seguir mis propios pensamientos, generados por su lenguaje.
La esencia
Hablar con Arturo y escuchar sus explicaciones de una manipulación o una rutina hacía que te dieses un golpe en la frente, una y otra vez… y una vez más; te hacía pensar: Esto es simplemente brillante y brillantemente simple ¿Cómo es posible que nadie antes haya sido capaz de haberlo expresado de esta manera? Nunca me había ocurrido con otro mago; posiblemente la única excepción sea Juan Tamariz. Esto no quiere decir que no haya habido otros magos geniales –los ha habido y todavía los hay, desde luego. Somos muy afortunados por haber tenido a Dai Vernon, Tony Slydini, Albert Goshman, y aún más inmensamente afortunado soy yo por haber tenido el privilegio de escuchar su sabiduría y de presenciar su arte, pero ninguno de ellos tenía la habilidad de Arturo para ser ancho y profundo, y al mismo tiempo ser capaz de hablar consciente y con precisión de todos los aspectos que hacen que una persona sea considerada como un genio, y que una disciplina, un arte y una ciencia a la vez.
Una vez y otra, he quedado sorprendido por la simplicidad con la que Arturo era capaz de formular y relacionar pensamientos complejos. Hasta entonces eran ideas oscuras y secretas, que de repente se convertían en transparentes e identificables. Me vienen a la mente artistas tan opuestos como Charly Chaplin o Picasso, que tenían la habilidad de hacer su arte tan claro, que inmediatamente podía ser apreciado por públicos muy diversos.
Hay, y siempre habrá, brillantes exponentes del arte de la Magia, que intuitiva o intelectualmente entienden la esencia de la Magia. ¿No fue Fred Kaps un formidable ejemplo de mago intuitivo? Son capaces de decirnos cómo se deben hacer las cosas, y qué cosas no hay que hacer para ser mejores magos; sin embargo, en la mayoría de los casos, su teoría se reduce a una colección de buenos consejos, que desde luego son excelentes para hacernos buenos realizadores. Pero Arturo pensaba a otro nivel. El suyo era el del entendimiento de la teoría del arte. Teoría que inicialmente describe a un nivel abstracto lo que hacemos en un nivel práctico. Sin embargo, para convertirse en teoría, hay que crear un sistema científico superior que agrupe todos sus elementos con un orden transparente y que muestre la relación de los elementos entre sí, así como su relación con el todo. La teoría de la Gestalt sostiene precisamente que la teoría, ella misma, como un todo, es más que la suma de las partes; esta es la diferencia fundamental entre una acumulación de muy buenos y profesionales consejos y una teoría compleja. Esta es la diferencia entre el talento profesional y el genio de Arturo, y esto es suficiente para hacernos buenos artistas.
El círculo se cierra
Han pasado más de dos décadas en las que he aprendido a apreciar la profundidad del genio de Arturo. En las Jornadas Cartomágicas de El Escorial de 1995, el famoso Alex Elmsley fue el huésped de honor. Nadie de los allí presentes olvidará jamás la mañana del domingo cuando Arturo dio su tradicional y personal actuación, que en aquella ocasión incluyó algunas de las creaciones más brillantes de Elmsley: «Todo dorsos» y «La extraña ambiciosa» (ambas están explicadas en el tercer tomo). Para los que vieron la actuación no tengo nada que decir, pero los que no la vieron nada puedo decirles. El análisis de Arturo sobre la presentación, la construcción, la técnica y el manejo en estos dos efectos hicieron nacer dos rutinas completamente nuevas. Al final los dos Maestros se dieron la mano con mutuo respeto.
Sobre este libro
Cuando el escritor francés André Gide dijo: «Me gusta solo lo inacabado, porque lo puedo completar», ciertamente no se estaba refiriendo al trabajo de Arturo, que está acabado hasta un enésimo grado. Ascanio nunca se ocupó de efectos rápidos, sino de opulentas obras de arte, que precisaban de tiempo y de un atento auditorio.No solo hablo por mí, sino por un grupo bastante amplio de gente –concretamente por los magos de la Escuela Mágica de Madrid– cuando digo que Arturo ha cambiado los paradigmas, ha remodelado y, lo que es más importante, ha generado nuevas creencias en relación a la Magia. Algunas veces, por el solo uso de una palabra específica se han abierto las puertas a un nuevo concepto.
Muchos de estos conceptos no eran invenciones suyas, sino que él los vio, los separó, los nombró, ordenó y reordenó. Con ellos construyó un castillo, un castillo muy sólido al que otros fueron generosamente invitados para compartir su visión; y ocurrió que este castillo se transformó en la Academia del Arte de la Magia. Estos libros extraordinarios son los planos de ese edificio único.
Final
Para aquellos que hablan y leen castellano, y para aquellos que han conocido a Arturo durante un tiempo corto o largo, no lo puedo decir más claro ni más alto: (Me halaga la ilusión de saber que he escrito con mejores palabras lo que la mayoría ya ha pensado, y con esto descubro un parte valiosa de la inmodestia ascaniana, que también me ha influenciado) Arturo es el padre de una nueva clase de Magia, es la base de la pirámide mágica constructivista (tomando prestado el término que Juan Tamariz –un gigante de nuestro arte– acuñó para la Magia). Nadie antes que Ascanio había entendido tan conscientemente, ni con tanta lucidez había descrito, el efecto que las palabras y las acciones de los magos producen en la mente de los espectadores. Con sus más íntimos amigos, que a él le gustaba llamar sus hijos y hermanos, y con los miembros de la Escuela Mágica de Madrid, que cofundó junto con Tamariz, ha dejado arquitectos que continuarán lo que una muerte prematura le impidió realizar.
Arturo de Ascanio falleció a la edad de 68 años en su casa de Madrid, el domingo 6 de abril. Murió mientras presentaba uno de sus favoritos de todos los tiempos: «Los Ases de mi examen» (también en esta obra). Aunque su cuerpo nos dejó demasiado pronto, su espíritu nunca nos abandonará, estará con nosotros cada vez que cojamos una baraja de cartas, junto a Robert-Houdin, Hofzinser y Vernon.
Epílogo
Jesús, la memoria de Arturo ciertamente está omnipresente en mi mente, y en la de muchos más que le conocieron, pero tú ahora has escrito estos libros y en ellos él tiene un monumento. Por esto, yo –y todos los que me permiten que hable por ellos– te estaremos eternamente agradecidos.
Roberto Giobbi
Muttenz. Julio, 2000
El primer libro que leí de Ascanio, unos años antes de conocerle personalmente, fue Navajas y Daltonismo. Yo tenía más o menos veinte años y aquello fue una revelación. La sintonía de actitud y pensamiento, la admiración y respeto por el autor, fueron inmediatos.
Hoy, este nuevo libro del amigo Jesús Etcheverry, ha representado para mí un momento de recogimiento e inspiración. La figura de Ascanio forma ya parte de la historia de nuestro Arte. Él ha influido significativamente en la Magia –primero en España y después en el mundo– y de manera determinante ha contribuido, con Tamariz y otros muchos, a modelar la identidad de la que hoy es universalmente reconocida como «La Escuela Española». No fue por casualidad que Ascanio figurase como uno de los primeros firmantes del Manifiesto de la Escuela Mágica de Madrid (EMM), movimiento artístico fundamental del panorama mágico europeo y mundial, nacido de la intuición de Juan Tamariz.
Creo que lo que más le importaba –y lo que más le molestaba– era el hecho de que este, nuestro Arte, a menudo no estuviese (y todavía no lo está) considerado por la mayoría de la gente como tal. Con frecuencia, su pensamiento y su discurso versaban sobre aspectos artísticos, y sus ensayos tenían el objetivo de proveernos de los medios indispensables para revalorizar nuestro trabajo. En este sentido, Ascanio nos ofreció su más marcada e indiscutible habilidad: su competencia lingüística y su capacidad dialéctica. Hombre instruido y culto, puso sus capacidades al servicio de la Magia; llegó a identificar, definir y nombrar aspectos empíricos, codificándolos y haciéndolos culturalmente transmisibles. Nos ha legado los medios para nuestro crecimiento individual, y en consecuencia, ha favorecido la evolución (que tanto necesita) de la Magia artística.
Estamos entonces hablando de una verdadera herencia cultural, que hoy nos llega con claridad e íntegra gracias al trabajo de Jesús Etcheverry, y que está explicitada en los comentarios a juegos y rutinas. Con estilo claramente «ascaniano», Etcheverry hace notar al lector los momentos en los que se aplican unas estructuras precisas y unas estrategias lingüísticas, tales como la «misdirection temática», o distingue e indica claramente la «fase expositiva», la del «efecto mágico» y la «fase corroborante», e incluso señala el momento en el que intervienen los «paréntesis de olvido», o las célebres «acciones en tránsito».
En este estilo descubro y reconozco al Maestro Ascanio y me encuentro, una vez más, con el hombre con el que me unió tanta amistad y afecto.
Hay una objeción que se podría hacer, justificada por el hecho de que Ascanio no trabajó asidua y frecuentemente ante público como profesional; entonces, a veces, sus rutinas parecen académicas y barrocas. Pero este argumento es capcioso y no puede ser utilizado para disminuir el valor intelectual y el aporte cultural que se encuentran tanto en el trabajo de Ascanio como en el de Etcheverry.
Al contrario, creo que al estudiar y hacer estos juegos y rutinas se nos ofrece una ayuda extraordinaria para la comprensión de la Magia toda; además de que, sin lugar a dudas, pueden ser integrados y utilizados en un repertorio profesional.
Lo que Etcheverry nos entrega, a través de estas páginas, es una herencia importante, de la que nosotros, los prestidigitadores actuales, somos responsables. Sé que muchos adoptan este Arte solo como pasatiempo, como un hobby ligero, que no obliga. Soy consciente de que –cosa aún más grave– también muchos profesionales, que se jactan de asiduas y frecuentes exhibiciones en público, viven la Magia con superficialidad.No es de mi competencia juzgar ni censurar las actitudes individuales, pero insisto –más como una norma general– en el hecho y en la idea de que tenemos que reflexionar sobre la responsabilidad que nosotros contraemos con la historia y el futuro de nuestro Arte que, sobre todo lo último, depende y puede ser determinado directamente por nosotros y por nuestra conducta.
Que el pensamiento y las enseñanzas de Ascanio no caigan en el olvido: esto, entre otros muchos, es el primer mérito del trabajo de Jesús Etcheverry.
Aurelio Paviato
Vigevano. Octubre, 2000