PRÓLOGO
Gran escuela cartomágica III
Roberto Giobbi

Prólogo de Arturo de Ascanio
Siento, presiento, que escribir este prólogo no va a ser muy difícil, porque conozco a Roberto desde hace tiempo, porque le aprecio mucho (es, nada menos, que «hijo» mío) y porque el libro que ha escrito se hará pronto un clásico. Si se conoce y se quiere al autor y se estima como maestra su obra, es fácil escribir prólogos.
Fue con ocasión de una de las primeras Jornadas Cartomágicas del Escorial cuando conocí a Roberto Giobbi (y ya van más de veinte Jornadas). Su amor por la magia (me impresionó su salto al igualar las cartas) y lo profundo de su receptividad me cautivaron enseguida. Además, junto con Aurelio Paviato, su gran amigo, me llamó desde el principio «papá Ascanio»: fue nombrado hijo mío inmediatamente, y ya pierdo la memoria del número de veces que ha traducido al inglés mis notas de conferencia o al alemán mis artículos. En Londres, Roberto fue mi intérprete ideal, que no sólo traduce fielmente sino que comenta además apasionadamente. Recuerdo también una rutina maravillosa con Ases de doble cara que Roberto presentó en el congreso Ron McMillan’s Magic Day; y en mi memoria está, asimismo, una lasaña que nos comimos en un pequeño restaurante, con Queta, mi esposa, después de un mágico paseo por el mercadillo de Portobello. Todo eso nos daba ocasión, repetida cada vez que nos vemos, de hacer comentarios sobre magia, con las cartas o las monedas en la mano… ¡Qué amor por la magia! ¡Qué conocimientos! ¡Cuánta pasión y entusiasmo!
Después Roberto, por pura vocación, se hizo profesional de la magia y tras ella puso no sólo su afán y corazón, que ya antes los había puesto, sino su tiempo y toda su fuerza, su capacidad de orden y de pensamiento, su talento y su simpatía… sin dejar de ser un amateur puro, es decir, sin dejar de hacer lo que le gusta porque le gusta…
Así escribió este libro: quizás no le dé mucho dinero, pero con él pasa a la historia de la magia como autor de un clásico. Para un viejo torero español (y no se olvide que, al decir de García Lorca, «la fiesta más culta es la de los toros») clásico es lo que está bien «arrematao». Bien «arrematao» es lo que está bien acabado, acabado dos veces, lo que se hace y termina con inspiración y con preocupación por la factura. Así es la magia de Roberto: no hay acciones secundarias o de trámite: «Hasta la punta del rabo todo es toro» (dicen metafóricamente los toreros). Todo es importante, hasta el último pequeño detalle. Clásico es, según Ítalo Calvino, el libro que no se agota con cada lectura, el libro que siempre nos dice algo nuevo… y Goethe dejó escrita una fórmula definitiva para definir las cosas humanas logradas: «Geprachte form, die lebend sich entwickelt» (forma acuñada que se desarrolla viviendo); y la magia de Roberto, bruñida y acuñada, se desarrollará en cada lector estudioso que quiera poner su corazón en el estudio. «Sólo el sueño de dos es verdadero», decía Unamuno, y cuando el lector estudioso sueñe con la magia de este libro, será jubilosa verdad la joyita de cada juego, maravilloso sueño de Roberto…
Su obra, así, devendrá tan grandiosa como su propósito. ¡Cuatro tomos maravillosos dedicados a la cartomagia! Esta obra, orgullo de Europa y de Suiza, lo es también de España con esta traducción e influirá en todo el presente y el futuro de la cartomagia.
Roberto Giobbi, Aurelio Paviato, Pedro Lacerda, Joaquín Navajas y Carlos Vaquera son mis hijos espirituales, es decir, aquellos a quienes cedo el protagonismo de mi vida. Dios no me ha dado hijos biológicos, pero sí la posibilidad de elegir a quienes por su edad, corazón y talento, pueden continuar mi vida viviendo la suya… Tengo «hermanos», como Bernard Bilis, Johnny Thompson, Juan Tamariz, Richard Suey, Alfredo Florensa y otros), amigos del alma e innumerables grandes amigos, pero «hijos» míos, de mis sueños, sólo esos.
Roberto es joven, talentoso, arrollador, simpático, trabajador infatigable, capaz de ofrecernos el infinito y ciclópeo regalo de estos tomos… ¡Qué suerte he tenido! ¡Qué suerte tenemos!
No quiero dejar de subrayar, para mejor aprecio del lector, algunos aspectos de estos tomos: la abundancia y calidad de los dibujos de Bárbara, esposa del autor (hasta en eso es afortunado), la enorme variedad de los efectos mágicos estudiados (no en vano Roberto confiesa que está suscrito a dieciocho revistas especializadas en cinco idiomas), la riqueza de la técnica manipulativa desvelada, la orientación teórica de la magia expuesta (en esto se ve la influencia de la Escuela Mágica de Madrid). Por cierto que estos tomos incluyen mi «Concepción estructural de la magia», distinguiendo en ella los aspectos de presentación, construcción, técnica, cobertura y método, con especial alusión al timing o acompasamiento, verdadera raíz de la mejor magia.
Todo es para que estemos orgullosos de Roberto. Pero a mí me toca un último matiz de ese orgullo. Con Luis Rosales, digo a mi «hijo»:

Contigo me espera
cuanto ya he vivido,
cuanto tú vivieres
me espera contigo.
Me duelen los años
en los que no te he tenido:
¡Vívelos de nuevo
como puedas, hijo!
¡Vive como puedas,
lo tuyo y lo mío!
Para hacerme vida,
para hacerme sitio
todo se está haciendo
de nuevo contigo.
Hijo de mi alma,
de mis sueños, hijo.